Así permea la cultura de la ilegalidad a los más pequeños
Los niños que crecen en estos escenarios tienden a emular modelos erróneos. Adultos pueden evitarlo.

Foto: Miguel Yein
La escuela es un escenario ideal para mostrarles a los niños aquellas situaciones que son reveladoras de la falta de educación ciudadana.
¿A qué actores de tu comunidad admiras? ¿Qué quieres ser cuándo seas grande? ¿Qué actos consideras ilegales? Tras formular preguntas como estas a cientos de escolares de los municipios de Dabeiba y Santuario, en Antioquia, investigadores de la sede Medellín de la Universidad Nacional concluyeron que, en general, los niños profesan más respeto por actores armados ilegales –como paramilitares y guerrilleros– que por políticos locales, médicos y profesores.
Los académicos encuestaron a 661 estudiantes, de cuarto de primaria a grado once, y a profesores de once colegios oficiales de Dabeiba y de cinco de Santuario.
Se encontró, por ejemplo, que mientras en el primer municipio desconocen a los líderes políticos y no le dan credibilidad a una persona que vaya a formarlos políticamente, en Santuario, que está más cerca de Medellín, existe una mayor cercanía con este tipo de temáticas.
“Las consultas demostraron que en Dabeiba los estudiantes no creen que a través del voto y de la participación puedan lograr cambios. Por el contrario, prefieren buscar las cosas a través de la vía propia, haciendo uso de los recursos que tienen; esto nos demuestra que carecen de la visión de que alguien los representa”, explica William Ortiz, doctor en sociología.
Este estudio surgió tras la solicitud que la Gobernación de Antioquia les hizo a Ortiz y a su equipo de Estudios en Política y Guerra, para que indagaran sobre las fallas en formación ciudadana de los colegios de esa región, afectados por la violencia.
El resultado de esta investigación, que analizó la forma como la cultura de la ilegalidad permea las vidas de los jóvenes, se suma a cuestionamientos hechos por el propio presidente Juan Manuel Santos sobre los pocos conocimientos en materia de ciudadanía que, en general, tienen los estudiantes colombianos.
En el 2013, tras darse a conocer el desempeño de los niños en el módulo de competencias ciudadanas de las Pruebas Saber, el mandatario se mostró preocupado porque el 43 por ciento de los estudiantes de noveno grado acepta que, en ciertas situaciones, son justificables los actos de corrupción. “Las pruebas también revelan –dijo Santos– que el 42 por ciento de los alumnos de noveno grado cree que no son efectivos los mecanismos de participación estudiantil, como el gobierno escolar. La mayoría está en contra de acciones que amenazan la democracia”.
Aunque esa coyuntura llevó a la construcción y posterior reglamentación de una ley de convivencia escolar, que buscaba, entre otras cosas, acabar con el matoneo en las instituciones educativas, para los expertos todavía hay mucho que hacer para enseñarles a los pequeños sobre ciudadanía, especialmente, desde el ámbito familiar y la vida cotidiana.
Para Fabio Jurado, director del Instituto de Investigación en Educación de la Nacional, “la formación ciudadana es, en sí misma, una educación para la cultura política; es la que se vive en la calle y en la casa. La escuela reconfirma y afianza esta educación. Pero nada puede hacer la escuela cuando la educación ciudadana de la vida cotidiana es ambivalente”.
Jurado señala, por ejemplo, que las señales de tránsito de prohibido estacionar pierden su sentido educador cuando los carros parquean al frente de esta, incluso cuando pertenecen a representantes gubernamentales y la Policía no procede.
El académico sostiene que comportamientos de este tipo están claramente asociados a una cultura de ilegalidad, de negación de las normas sociales para la convivencia. “Los adultos –explica– son un referente para los niños y sus comportamientos y actitudes influyen en ellos. Entonces, los mayores tenemos que ser consecuentes y auténticos con los principios éticos, morales, ciudadanos y políticos, para que ellos los aprendan viendo y oyendo”.
En eso coincide Carolina Piñeros, directora de la Fundación Red Papaz, quien asegura que hay conductas en la casa que también pueden reforzar los comportamientos ilegales en los niños. “Los adultos creemos saber qué es lo que los niños tienen que hacer –advierte–, pero se nos olvida que debemos ser sus primeros espejos”.
E insiste en que parte del problema es que “uno no educa con la palabra, sino con el ejemplo. No se trata de decirles las cosas, sino de hacerlas. Esto aplica, por ejemplo, para el cumplimiento de las leyes. Debemos enseñarles que así algunas normas no nos gusten, debemos cumplirlas, y que existen autoridades a las que hay que respetar”.
Buen ejemplo en la escuela y en la casa
La escuela es un escenario ideal para mostrarles a los niños aquellas situaciones que son reveladoras de la falta de educación ciudadana, como los casos de incultura política e ilegalidad; se trata de que los niños deduzcan la ambivalencia de los adultos, de que aprendan desde el error y desde el análisis sobre las causas de dichas expresiones.
Los expertos señalan, además, la importancia de que los adultos eviten asumir o expresar actitudes negativas, principalmente frente a los hijos, con respecto a quienes ostentan autoridad; decir que “los policías roban” o “trabajan con los ladrones”, que “el Estado es corrupto” o que “los gobernantes solo suben al poder para saquear los recursos públicos” crea preconceptos en los niños.
En cambio, se puede inculcar en ellos una actitud crítica frente a la vida, pero respetuosa y siempre objetiva.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
Redactor de EL TIEMPO
Recuperado de http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/educacion/cultura-de-la-ilegalidad-en-ninos/15441335
Citado por: Ruth Elena Calvache Dorado
